miércoles, 4 de febrero de 2009

Calidez en invierno.










Parece una contradición pero es cuestión de no dejarse vencer por la oscuridad, el frio, la desesperanza.
En este invierno recio y largo que nos manifiesta rudamente su dominio no debemos olvidar que la calidez convive en multitud de rincones.
La vida lucha por abrirse paso con ahínco, cuando sobrevivir sobrepasa tantas veces para nosotros los umbrales de la racionalidad, podemos admirar en los seres más pequeños la fortaleza que a nosotros nos falta.
Nos creemos tanto y somos siquiera una pieza más en el puzle de la creación.
Si mantenemos abiertos los ojos encontraremos el bello color en las hojas de un espino o una zarza, el verdor desafiante de los brotes de hierba entre la nieve, el bullicioso correr del agua que busca el remanso y sostiene la vida, la arrogante figura de unas ramas que estoicamente esperan su mañana, la efímera exitencia de esas pequeñas esmeraldas de hielo que se aferran a los arbustos preludio de ... vida, esperanza, futuro, sueños, en tantos pequeños rincones donde dirigimos nuestros ojos.


Que vemos no sólo porque se hayen ante la lente de nuestra mirada, sino principalmente porque existen en nuestro corazón, porque somos el filtro que completa el fotograma.
Alimentemos nuestro espíritu de ilusión, para que cada mañana sea un desafío maravilloso.
Simplemente, vivamos con el ansia, incertidumbre y humildad de cualquier otro ser vivo.

2 comentarios:

Mildolores dijo...

Joder Prisi, cuando te pones profundo no tienes rival.
Bonito pensamiento. Sirva para buscar aliento en esta inapetencia invernal.

fernan130 dijo...

En una sociedad cada vez más dinámica donde los aparatos se hacen viejos casi sin llegar a utilizarse y en la cual las prisas lo dominan todo, cuesta mucho tener la suficiente serenidad para ver dentro del todo, los pequeños detalles. En efecto, a pesar del frío, que todo lo agosta, el invierno da su oportunidad a aquello que la primavera y el verano esconden con su eclosión de vida: esos esqueletos tan simétricos y llamativos de algunos árboles, ese musgo lleno de verdor y vida, aquellos líquenes que resaltan más ahora con su colorido sobre las piedras, los carámbanos con sus formas curiosas en cualquier arroyuelo,… ¿no serán nuestros ojos los ciegos, tan acostumbrados ya a lo llamativo y espectacular que son incapaces de ver la belleza de lo simple y sencillo?