martes, 29 de noviembre de 2011

Respiro, corro, vivo...

Corro deprisa, todo lo que puedo. Juego con el terreno disfrutando de sus irregularidades. Por qué no siempre una cuesta arriba será un muro insalvable. Por qué no siempre una bajada será el mejor momento para lanzarse a tumba abierta. Podré buscar ávido el paisaje que me espera el otro lado del collado o, recrearme en las caprichosas formas de árboles retorcidos por el viento y las tormentas de cualquier montaña mientras busque el fondo del valle.
No huyo de nada, pero quiero dejar atrás las tristezas de este día. Si las mantengo unos metros trás de mi, como una sombra alargada que no termine de conquistarme puedo pensar más positivamente. Y, si pienso más positivamente, puedo conseguir que  mi sombra me adelante. Como signo de toda la determinación, fuerza y decisión que nos es tan necesaria. Entonces corro deprisa, todo lo que puedo. Alcanzarla como a los sueños y deseos modestos que cada uno persigue.
Y así delante o detrás de la sombra, del destino, de la ilusión o de la tristeza, respiro, corro, vivo.