viernes, 20 de febrero de 2015

Entrenamiento Vs Competición.

Si las cosas transcurrieran con naturalidad, con sentido común, la competición no sería sino el final de un ciclo de entrenamiento. La meta. La fiesta. El objetivo. El climax deportivo.
No obstante, sucede que muchas veces no es así. De tal forma, encontramos a deportistas para los que la competición se vuelve una suerte de tortura. No por lo que supone de alcanzar un límite físico. No por lo que implica de sobreesfuerzo y superación. Se vuelve un pasadizo largo y oscuro al que no vemos final, que nos atenaza e incluso que preferirían evitar.
Hacer deporte no implica necesariamente competir. Se puede ser sobradamente feliz entrenando, practicando cada día nuestra afición con ilusión, constancia y determinación. Para estas personas ejercicio y relajación van unidos y, son capaces de realizar los test más exijentes durante un entrenamiento sintiéndolo como un juego, como un reto personal e íntimo que carece de transcendencia pública.
Entiendo que siempre existirá momentos de madured personal y derportiva que permitan al sujeto participar de la competición como un entrenamiento especial. Pero no tiene porqué ser obligatorio para nadie y, si no llega ese momento, tampoco debería tener mayor transcendencia.
Personas conocemos todos que lograron éxitos competitivos y que llegado un momento son incapaces  no tan sólo de reeditarlos, sino incluso de afrontarlos. Otras, son capaces de alcanzar registros importantes en sus disciplinas durante la preparación que generen expectativas pero, llegado el momento en la línea de salida, con los rivales al lado, no son capaces de siquiera igualarlos.
Es la naturaleza humana. Todos merecen mi respeto. Cualquiera que practicemos deporte hemos de ser conscientes del esfuerzo y mérito que merece cada palada, drive, carrera, pedalada o brazada. Seamos generosos con todos, especialmente con los jóvenes, debemos aplaudirles y valorar su esfuerzo. Veamos depostistas, no sólo campeones.