lunes, 8 de julio de 2013

Reciclaje.

"¿Que son tus piernas?
 muelles, muelles de acero
¿ y que van a hacer?
llevarme a toda velocidad
¿a que velocidad puedes correr?
A la de un leopardo
¿y a que velocidad vas a correr?
A la de un leopardo
¡pues veamos como lo haces!..."
Gallipoli (1981 Film)

Hace años disfruté de esta película en las que la amistad y el atletismo no pueden evitar un desenlace dramático.
Hace tiempo que buscaba ese dialogo y esas imágenes.
En cierto modo me acompañaron desde entonces y, aunque mis piernas no son de acero, puedo considerar que mi voluntad fue lo suficientemente resistente para haberme llevado desde entonces hasta aquí.
¿Y ahora qué?. Quizá toque reinvertarse. Soltar amarras y volver a empezar.
Cuando ya no se tiene nada que enseñar, aún queda un mundo por aprender.
He tenido la oportunidad de leer en otro blog que sigo una entrada realmente interesante que me ha hecho reconsiderar el camino.
Quizá estemos demasiado apegados al éxito,  a la medalla de finisher, a la camiseta de meta, alimentando nuestro ego.... Al final todo se resume en llegar, en lograr el objetivo. Llegar solamente. Llegar por encima de todo. Hipotecándolo todo... y nos olvidamos de que el deporte es mayormente un juego.
Si la vida no se puede concebir sin la muerte, el éxito estará irremediablemente ligado al fracaso, puntual al menos. Quizá haya que recobrar la mentalidad del niño que juega por divertirse, sin las cadenas del resultado.
Habrá que salir al camino a entrenar con intensidad y plantearse los retos futuros con rigor, pero sin olvidarse de divertirnos y ser conscientes que la moneda al aire puede caer de cualquiera de los dos lados, ¡que ese sea el desafío! ¡retar a la suerte con ilusión e incertidumbre!. Disfrutar de la cara y de la cruz como parte del juego. Lo vivido nos lo llevamos para siempre.
Quizá sea ese el camino. 
Pero para ello antes toca recuperarse.

viernes, 5 de julio de 2013

Ritornare, je vais, ich werde, tornaré, Волвере, volveré.

Hoy las circustancias no eran las mejores para probar la evolución de la lesión.
34º de temperatura a las 20:00 y un par de cuestecillas que ahora son un puerto con terreno arenoso y seco por delante. Pero los días van transcurriendo y el sedentarismo es un peligro inminente. Tengo que evitarlo.
No voy a describir ni las sensaciones, ni el tiempo que he tardado o el ritmo, ni la evolución de la lesión.
Se acaban las crónicas emotivas y sensibleras. No más quejarse.
Sólo diré que conseguí llegar hasta aquí:


Es el primer día de la cuenta atrás para regreso, llegue cuando llegue. Ahora toca cuidarse para recuperar. Con paciencia y tiempo el dolor se marchará y regresarán la fuerza y la confianza.
Será momento de correr como tantos proclaman. Sin mirar atras, sin gregarismos. Alcanzar el límite sin entender de amigos durante la carrera, sólo rivales desde la primera a la última de las zancadas. Volver al instinto de apretar cuando adivinas la debilidad del acompañante. A ese "correr o morir". A la competición pura. 
Será cuestión de tiempo. Pero volveré.


lunes, 1 de julio de 2013

MAM 2013. Superviviente una vez más.

Afrontar una carrera mermado no es probablemente la más inteligente de las opciones que uno pueda tener, pero a veces las circunstancias obligan y no queda sino al menos intentarlo. Donde no llegan las condiciones físicas tiene que surgir la entereza, el orgullo o el compromiso simplemente.
Intenté llegar lo mejor posible a la cita del MAM después de la carrera de Zegama. Descansé una semana completa, rodé 3 días en la siguiente suave pero con dolor y, de nuevo la última, fue de descanso total intentando mitigar el dolor y dejar los resquicios suficientes a la recuperación.
Así que, cuando se dio la salida a la prueba me encontraba otra vez en la tesitura de remar contracorriente. Las molestias nuevamente surgieron desde los primeros metros. Afortunadamente el mam afronta una primera hora y media prácticamente de subida hasta Guarramillas y subiendo la pierna respondía. Por momentos me encontré fenomenal, acompañado de Angel y mi compañero del alma Biri casi hasta la llegada al puerto. Tanto que cuando se me escaparon unos metros, pensaba que si la cosa seguía así, acabaría dándoles alcance con el paso de los kilómetros. 
Desafortunadamente en cuanto llegó la hora de bajar la Loma del Noruego las esperanzas se fueron al traste. Nuevamente cada apoyo era una lanzada en la parte posterior del muslo. Retener me contracturaba el músculo, pero no podía relajar ni alegrar la zancada porque no tenía confianza en sujetar correctamente la rodilla si tenía un traspiés. Ahí comenzó mi calvario, la conciencia de lo que me esperaba y la pérdida de puestos y ánimos sin remisión.
Cotos fue como siempre un oasis en modo de avituallamiento y aliento de los amigos. Pasados unos minutos arranqué a la búsqueda de Peñalara. Pero ¡oh sorpresa! ¿donde quedaron las fuerzas?. De repente tomé conciencia de la falta de entrenamientos en estas 3 semanas pasadas. Pasito a pasito tocó subir , siguiendo el trenecito que formamos entre varios corredores por la estrecha senda y sin agilidad alguna para adelantar. Así alcanzo Peña Citores donde el gran Ivan está fotografiando a los corredores al paso por un nevero. 
Llegar a Peñalara fue bastante penoso, sin chispa alguna, ni siquiera hice ademán de trotar en terreno favorable, que es poco ya que mayormente es piedra lo que pisamos o esquivamos en este tramo. Pero sea como sea, alcanzo la cima de la Sierra del Guadarrama para volver a sufrir como un perro en la bajada.
Primero me preocupo de no caer en ese primer tramo tan delicado lleno de apoyos irregulares. Se que es un kilómetro o poco más y que luego llega la pista que de Dos Hermanas baja a Cotos de nuevo. Confío en poder correr en ese tramo y recuperar algo en la bajada pero me es imposible. No puedo coger velocidad. En cuando hay algo de pendiente tengo que caminar. Me adelanta Josegym que desde atrás viene remontando y al que se le ve muy entero. Y para colmo la tripa no está bien, comienzo a tener mal cuerpo y escalofríos...se me junta todo y aparece Ivan como una muleta donde apoyar mis penas y contrarrestar mis dudas. El encuentro con Max y su familia fue ilusionante, le esperaba en Peñalara como el pasado año y cuando ya no contaba con verle casi llegando a Cotos apareció. Poco antes del avituallamiento unos aseos públicos salvadores me quitaron del medio un problema y se produjo un pequeño milagro. Sinceramente entré allí con la intención de abandonar y salí mucho más recuperado. El parón, el aligeramiento y refrescarme en el lavabo, obviamente me vino muy bien y mis pesimistas ideas del camino ya no eran tan firmes.
Además apareció mi hada de la guarda ese día. Mi gran amiga Arantxa con la que tuve unas palabras sinceras e intensas y sin cuyos ánimos y determinación no sé que hubiera pasado. Ella me empujó, me insufló las ganas suficientes para intentarlo y me hizo recordar que un chaval de 11 años me esperaba ilusionado para recorrer conmigo los últimos metros. Ese pesamiento me emocionó varias veces durante la carrera y se convirtió en el clavo ardiendo al que asirme.
Así que con la mentalidad de llegar a meta, aunque fuera caminando salgo de Cotos con la compañía del gran Harry. A los 500 metros me dice que va sin fuerzas y le comento que se lo piense, que dentro de 30' estaremos en plena subida y será tanto problema subir como volverse y que nuestros amigos se marcharán de Cotos enseguida. Decide volver sobre sus pasos. Este no será su día pero le esperan otras batallas.
En este terreno hacia el paso del arroyo, puedo de nuevo trotar. No sólo consigo alcanzar algún corredor sino que en el tramo de toboganes hacia los tubos incluso les dejo atrás. Mi convicción a crecido, mi fuerza interior también. Esta es mi carrera y las he visto de muchos colores. Así con estos pensamientos voy por la zona arbolada que precede a la imponente subida cuando a mis espaldas llega una bala con zapatillas. Es Iván que ha decidido acompañarme expontaneamente hasta Navacerrada. Vadeamos varios pasos de agua y barro delicados por los resbalones y como otras tantas veces alzamos la mirada y la cima de Cabezas de Hierro nos abruma. Esta es una subida realmente especial, seguro que otras carreras las tienen más duras por pendiente y metros de desnivel, pero es "la subida" del MAM. La que pone a cada uno en su sitio, la que te da y la que te quita. Durante 50-60 minutos no dejas de ascender en un rosario de almas en pena con sus pensamientos. Se ven reventones del 12. Aquí se miden realmente tus fuerzas.
Después de ese serpenteo por terreno de granito, de regueros de agua y de piedras machacadas, se llega al asalto de un canchal vertical donde tienes que ir trepando de bloque en bloque, buscando apoyos, tirando de brazos, aspirando el aire que intenta evadirse en la altitud hasta alcanzar la ansiada cima.
Aquí me esperaban los ánimos de mi gran amigo Gonchu. Que desde hacía días aguardaba con gran ilusión el momento de acompañarme hasta meta. A veces sucede y uno no sabe realmente porqué, que las personas le cogen cariño a uno, sin saber muy bien lo que uno hizo ni el motivo. Pero esto es así, y Gonchu deseaba por los motivos que él sabrá compartir conmigo este tramo de viaje aquel día. Con ilusión. Casi con devoción. Como una promesa dada. Y yo, sinceramente se lo agradezco de todo corazón.
Así, tan bien escoltado, casi protegido, por Ivan y Gonchu afronte la bajada de Cabezas con mucha dificultad para mi pierna por la inestabilidad de los apoyos. Sin ningún estilo montañero, pero a fin de cuentas bajé que es lo que trataba. En el tramo de Valdemartín trote lo que pude. Realmente eran pequeños arreones que me permitían dar una sucesión de zandacas hasta que la musculatura se cargaba o simplente llegaba un paso de piedra o una bajada donde no me quedaba otra que caminar. De este modo antes de lo esperado, entre foto y ánimos de mis amigos,  de nuevo estoy alcanzando Bola. ¡Ya queda menos, ya casi está!.
Bajar de Bola al puerto por la pista fue un suplicio. Frenar en esta pendiente, aguantar con la pierna tocada hacía que cargara las articulaciones de la pierna buena y llegara el momento en que temiera fastidiarme las dos. Así alcancé el puerto donde volvían a estar esperándome para darme ánimos un grupo de amigos, Carlos, Chorry, Chema, Arantxa... me emocioné sabiendo que estaban renunciando a ver a otras personas más importantes para ellos que en esos momentos estarían llegando a meta por arroparme a mi, por hacerme llegar su aliento. Porque sabían lo que me estaba costando. Eso es inolvidable.
Avituallo y ya quiero bajar. Ya lo tengo conseguido, es cuestión de un puñado de minutos más o menos. Me espera mi familia y sobre todo mi hijo que tiene la ilusión de correr conmigo los últimos metros. Ese pensamiento es el mejor de los geles. De los isotónicos y me permite hacer una bajada digna por el regato del puerto. Acompañado de Gonchu consigo mantener un ritmo majete. Interrumpido solamente por los pasos delicados donde freno y camino. Pero en cuanto puedo vuelvo a trotar, con continuidad. Me voy creciendo y dentro de todo lo padecido vuelvo a sentirme corredor. Lamentablemente la alegría no es completa y a falta de unos tres kilómetros la pierna dice basta. Ya no me deja trotar aunque lo intente. Solo caminar. Vuelvo a ver como me sobrepasan corredores después de haber disfrutado de una bajada en solitario sin que nadie me alcanzara.
Alcanzamos a escuchar la megafonía de meta. Última bajada de gran pendiente, cruce de arroyo y al levantar la mirada la camiseta de los Cachorros del Cerro y la figura de mi hijo que se apresura a recibirme. Me contarían después que ya no le quedaban uñas que morder en la espera y que ansioso como estaba en meta tuvieron que acercarlo al recorrido en mi búsqueda para aplacar sus nervios (Gracias Carlos y Chema por estar tan pendientes de él).
Ahora sí, ahora de su mano ya la pierna duele menos. Carlos y Chema se quedan atras viviendo el momento. Gonchu quiere acompañarnos pero discretamente pasa a un segundo plano. Como le escucho decir a mi alumno aventajado (y vaya si lo eres) "este es nuestro momento". Hijo y padre recorremos esos últimos metros para cruzar una vez más la meta... y van un montón, ¡¡y van todas!!. Ahora sí, ahora puedo entregar y recibir ese abrazo a mi pequeño que había saboreado desde tantas horas antes.
Fue muy emocionante. Veros a todos las caras, espejo del alma. Ese fue el mejor de los trofeos, la mejor de las marcas. Esas caras de ojos vidriosos, cargadas de emoción. Repletas de amistad y sincera admiración es lo mejor que puedes recibir cuando finalizas una jornada como esta. Por momentos así merece la pena aguantar en las duras. Gracias a momentos así un deportista se curte, se hace y es más fácil no rendirse en la siguiente batalla.
Gracias a todos amigos.