Son más de las 21:45 de la noche y estoy en La Granja de San Idelfonso.
Hace un rato he llegado a este punto de avituallamiento del GTP bajando desde la cima de Peñalara. El tramo final. Los últimos kms de bajada no me he encontrado nada bien. Las fuerzas parecen haberme abandonado y el trayecto de entrada a la población incluso he creido sentir signos de mareo y debilidad. Mi ánimo ha menguado en la misma proporción que mis fuerzas y una vez más mi mente ha optado por la versión prudente: La Retirada.
Me he dicho a mi mismo que una retirada a tiempo es una victoria. En esos momentos me siento satisfecho de haber llegado hasta allí. Más de 80 km. Donde nunca había llegado. Trasladándolo al inevitable recuerdo de la G2H (85 km) es como si lo hubiera conseguido. Hubiera llegado y me quiero dar por satisfecho.
Me invitan a entregar el dorsal desde la organización para "picarme". Esta vez no quiero precipitarme.
Como jamón (es lo que más me apetece) y bebo varios vasos de Coca Cola fresca que desde hace unas horas me está sabiendo a gloria.
Cuando mi mente estaba pensando en 38 km aún por delante mis amigos del Club Deportivo Castillo de Villalba que estaban allí, esperándome para animarme o recogerme (mil gracias a todos), me sacan del error y me hablan de 28 km últimos. Eso, cansado y pensando en caminar únicamente (a esas alturas no me veo corriendo) equivalen a un ahorro de 3 horas aproximadamente.
Y se produce un momento decisivo. De repente comienzan a sonar claxones de coches y la Plaza de los Dolores se alborota... Luis Alonso Marcos, granjeño y vencedor de la prueba que estoy disputando llega a su casa y sus vecinos le reciben como se merece. Las campanas del Ayuntamiento repican. Él, ya está de regreso y yo estoy allí sentado. Viéndolo. Viviéndolo.
Comtemplo partir a uno, dos, tres, cinco... doce corredores que han ido llegando después de mi y recibir el aliento de toda la gente que sentada en las terrazas se encuentran en la plaza... algo se remueve dentro de mi. Me pongo de pie. Pego unos pequeños saltos. Las piernas me responden bien. Estiro. Me encuentro recuperado y ... ¿por qué no?. YO también puedo. Con paciencia cada paso me acercará a la meta. Tan cerca no voy a volver a estar. Es ahora o nunca.
Comunico a mis amigos que lo voy a intentar. Que lo voy a conseguir y, que tarde lo que tarde ya no hay vuelta atrás. A esas horas y en esas circunstancias es un punto de NO RETORNO. No voy a tener a nadie más conocido en carrera, ni como apoyo. Bueno sí, al amigo que me queda por delante derrotando fantasmas. Mikel.
Hasta ese momento el día ha sido como la misma prueba, un carrusel de sensaciones. Pese a partir con confianza ya desde el inicio del tramo de pistas en la Barranca vi que me costaba llevar el ritmo de mis compañeros. Me faltaba frescura. Fui consciente y afortunadamente, no me puse nervioso.
Durante la dura subida a La Maliciosa me tocaba apretar para alcanzarles y del mismo modo en cuanto me descuidaba me volvía a rezagar. Así que decidí permanecer en mi ritmo y dejar que el tiempo y los km fueran pasando.
Durante la bajada a Canto Cochino fue el único tramo en que durante unos km coincidí con Mikel y Fernando, que eran los compañeros con los que contaba realizar la mayor parte de las horas. El tramo pedricero también nos reunió en duos y trios durante algunos momentos. Muy distintamente a hace un año y a los entrenos, la carrera se personalizaba. Imagino que la experiencia nos colocó a cada uno en nuestro sitio. Perdimos la candidez de pensar en conjunto.
Finalmente y desde el avituallamiento de la Hoya de San Blás, Fernando y yo hicimos dúo de forma que, aunque en algunos momentos cada cual marcaba su ritmo (Fernando ligeramente por delante normalmente) íbamos pendientes de que la brecha no se hiciera definitiva en algún momento.
Llegada a la Morcuera donde el calor durante el último tramo de subida arreó un buen bofetón a mis expectativas. Emotivo encuentro con amigos y detallazo en forma de lata de Coca que nos ayudó a pasar el pan y el lomo que nos endosamos.
De bajada Fernando sufre un tirón. Primero leve del que parece recuperar y después se repite parece que de forma más severa. Tras unos minutos de duda nos separamos (cada cual tenía claro su camino) y apesadumbrado pero decidido, prosigo el camino. Felizmente encuentro un grupo donde van dos grandes conocidos Chusta y Luis. Junto a ellos a tironcitos, ahora abriendo grupo, ahora pelín descolgado llegamos a la zona de las presillas y Rascafría.
Avituallo bien, como lo que puedo. Bebo lo que necesito y, de repente aparece mi compañero del alma recuperado del tirón. Esto me sorprende porque por seguir a Luis y Jesús he corrido más de lo que hubiera pensado en este tramo y, apenas ha tardado nada en aparecer el bueno de Fernan. Alegrón.
De nuevo unidos, haciendo piña, partimos hacia el Reventón. La hora (4 de la tarde) hace que esta subida resulte un pequeño infierno. Pasado un primer tramo de pastos y dehesa a las orillas del pueblo nos adentramos en una pequeña zona de bosque. Pero la sombra no alivia y el aire parece haber sido sustraido por el vacio. No corre la más mínima brisa y se hace muy duro mentalmente avanzar. Comenzamos la zona de zetas del puerto y, a pesar de ser terreno más árido me voy encontrando mejor. Comienzo a pensar que lo voy a conseguir e interiormente me emociono imaginándomelo.
De repente, sin aviso Fernando me comenta que se siente mal. Que le faltan fuerzas. Así algo por delante llegamos al avituallamiento previo al Reventón donde mi amigo me dice que decide retirarse. Que se encuentra algo mareado. No dudo en separar nuestros caminos aunque en mi fuero interno pienso que pasados unos minutos quiza recupere y al igual que hace un rato luego me alcance. Así, con pesar, pero con confianza me lanzo en busca de Peñalara.
En este tramo disfruté. Me encontré con fuerzas y confiado. Sin alardes pero con continuidad iba alcanzando y rebasando corredores. Algunos con los que durante algún tramo haces la "goma" porque cada cual es más veloz o hábil en su terreno (subida-bajada-llano).
Pasada la Laguna y bordeando una zona protegida por cordones de señalización tontamente me golpeo una rodilla con el granito. Maldigo y aullo dolorido. Un descuido que me puede frustar la carrera. Pero, afortunadamente queda en nada. Poco a poco va pasando. El paso técnico de Claveles ayuda, bastante tiene uno con cuidar de no despeñarse entre bloques como para prestar atención a la pierna. La piedra devuelve todo el calor acumulado durante uno de los días más largos y el más caluroso hasta la fecha del año.
Ficho en el geodésico de Peñalara (que majos a la hora de elegir ubicación para el lector del chip) y me tiro en busca de un temido descenso. Sosprendentemente lo esperaba más técnico. Esperaba una larga zona de canchal pero lo que hay es una pendiente pronunciada y complicada si se coje velocidad por las numerosas piedras que esconde pero, si se hace con prudencia llevadera. Me sorprenden montones de rocas blancas entre la verde pradera que asemejan restos de nieve. Así bajando llego a una zona de piedra suelta y más complicada. Diviso corredores como hormigas por debajo de mi y poco a poco, pese a no ir rápido los alcanzo y sobrepaso. Así hasta llegar a la preciosa zona del Chozo.
En ese momento no podría pensar que pasaría de disfrutar a padecer en apenas 1 km. Donde contaba por fin con tomar terreno de descenso y favorable camino de la Granja me encuentro humedad y helechos que me ahogan. Y no puedo hacer otra cosa que caminar. Tranquilo, poco a poco. Pero las malas sensaciones van aumentando y llegando a la valla que rodea la zona de los jardines del palacio la idea del abandono me gana para su causa....
Son las 4 de la madrugada y estoy llegando al Hotel de la Barranca. Por fin tengo cobertura e intento contactar con Mikel. Seguro que ha llegado o esta llegando y es la única persona que conozco que me puede llevar a casa. Dentro de como nos organizamos y dadas las retiradas y las horas no dispongo de vehículo propio para regresar a mi domicilio cuando llegue a Navacerrada.
Desde la Granja casi todo ha sido positivo. Con la llegada de la noche el calor a aminorado. No tanto como para tener que abrigarme (sigo en camiseta de manga corta) pero con temperatura más llevadera.
Partí en solitario pasadas las 22:00 desde el avituallamiento recibiendo los aplausos y ánimos de los granjeños y con mucha más fuerza mental de la que hubiera imaginado una hora antes. Ahora mi preocupación era la noche y la señalización del recorrido.
Así con el frontal entre momentos de dudas en alguno de los cruces, en más de un momento fui abriendo camino hasta que en un momento dado pasada una verja me encuentro una bifurcación sin marca aparente. Dudo cual tomar y recorro unos metros de cada una. En esas estaba cuando un frontal llega hasta la misma verja y retrocediendo le planteo mis dudas. Decidimos seguir rectos y pasados unos 200 mts. aparece la marca. El corredor que me acompaña es Aitor natural de Beasain y con el que compartiré camino y charleta hasta el puerto de Navacerrada.
Llegando a Valsain nos alcanzan dos corredores más del Peñalara. Pero estos no tienen ganas de estrechar lazos y se esfuerzan en dejarnos atrás en cuanto pueden. Vuelvo a encontrarme bien y recobro la seguridad de que lo voy a conseguir.
Así poco a poco remontando el Eresma van pasando los km entre dudas y busquedas de marcas. Intercambieando comentarios y experiencias, hablando de la GOI y de la Heunmilak que mi compañero afrontará 15 días más tarde (¡¡llegaría en el puesto 18!!). Es curioso que me pidiera consejos y opinión alguien que demostró estar más preparado que yo para este tipo de pruebas.
Llegado un momento el camino desaparece y encontramos unas escaleras que ascienden. Subimos trabajosamente después de lo que llevamos y alcanzamos un sendero. A mi izquierda nada, a mi derecha una marca. Tiro en esa dirección. Así transcurren unos 10-15 minutos hasta que sorprendentemente aparece un frontal que nos viene de frente. Es Melquiades y nos decimos: "alguien está llevando el camino equivocado". Después de una breve conversación aceptamos los razonamientos de nuestro nuevo amigo y deshacemos el camino que... nos lleva de nuevo a las misteriosas escaleras ¿? (si el sendero no pasaba por alli ¿porque llegamos dos veces?) esta vez giramos a la izquieda una vez ascendido y... a los cuantos metros aperece la señal. Melquiades está contento por habernos encontrado, nos comenta que llevaba mas de dos horas en sollitario y que ya dudaba de si no estaría dando vueltas sin saberlo.
Así poco a poco llegamos al avituallamiento de la Casa de la Pesca donde pude recibir el cariño del otro amigo habitual de entrenamientos Josegym que estaba como voluntario y que nos acompañó mts.
Enfilamos el emburriadero que yo esperaba más lejano. De hecho comenzamos a ascender y yo pensando que era un primer avance hasta que dada la longitud de la ascensión y el desnivel comencé a pensar que estaba en aquella última dura ascensión. Las luces del avituallamiento de la Fuenfría así nos lo confirmaron para nuestra alegría.
Bidoncito fresco en la mejor de las fuentes de la sierra (su nombre le hace honor), un gel para el cuerpo y tirando de palos a por el smichd. Durante la subida Melkiades, aunque a tramos le hemos ido esperando se ha descolgado definitivamente. Aitor y yo nos mantenemos juntos. Voy marcando el ritmo, rápido caminando y con algún leve trote. Me estan molestando las plantas de los pies. Las ampollas llevan un rato anunciandome su presencia.
Llegamos a los Cogorros y de ahí al puerto donde para nuestra alegría está el avituallamiento este año. Los padres de Aitor le esperan. Como jamón de nuevo y algo de tomate. Empiezo a sentir frio parado y le digo a mi compañero que voy abriendo camino. Él espera con sus padres un poco más. Alcanzo a otros dos corredores con los que llego al collado de los pastores. Hablando uno de ellos se ofrece a llevarme a casa si nadie me espera. Bajando el tramo de la tubería quedan atrás y poco antes de alcanzar la fuente de Mingo Aitor llega como una eshalación, me aguanta unos metros y me sobrepasa. Ya no puedo apenas correr, los pies me están matando y es un suplicio cada apoyo.
Alcanzo el primer tramo de pista de la Barranca y lo intento, juro que lo intento, porque tenía fuerzas y quería competir, quería tardar 22 mejor que 22:15 y quería llegar lo más cerca de Mikel que me fuera posible. Pero no pude.Me mentalicé en que o bien encontraba un alma caritativa que me acercara a casa o me quedaba haciendo tiempo entre masajes y aplausos a compañeros haciendo tiempo hasta una hora prudencial en que pudiera llamar a mi familia. Les invitaria a desayunar en Navacerrada a la que me recogieran.
Fin de la pista de tierra y primeras calles del pueblo. Entre pequeños despistes y dudas terriblemente molestas a esas alturas voy recorriendo la población en la busqueda de la meta que parece no llegar nunca.
De repente zona conocida, calles principales, el Rompicapo... la plaza de toros.... ya estoy pero un ultimo despiste, como no, me priva de una entrada triunfal en el campo de futbol. Así que llego por la parte de atrás. Como cuando por la mañana me dirigia a la zona de control que era lo que conocía.
Tres personas de la organización me reciben y otros tres desconocidos espectadores de los que uno, minutos más tarde recibi la felicitación estrechándome la mano.
No sentí ninguna emoción especial. Todo fue demasiado frio. Fantaseé en algún momento soñando con la sorprente presencia de alguien. Pero fui yo solo conmigo mismo.
¿Acaso no es esa la esencia del ultrafondista?. Puede ser. Pero, personalmente solo encontré alivio para mi cuerpo, ninguna inyección de entusiasmo para mi alma. No fue el momento soñado ni fue la carrera perfecta. Así que, lo deje como una etapa más en el GR de mi vida deportiva.
Después de la merecida ducha el corredor que se ofreció amablemente me dejo en la Urbanización donde vivo. Le estaré eternamente agradecido.
Fotos: Gentileza de la Organización del GTP