Pasaron ya + de 24 horas de mi reencuentro con el maratón de asfalto. No uno cualquiera, Madrid con su perfil y de nuevo con su calor.
Por que, de un día para otro pasamos de la primavera al verano.
De los apacibles días pasados con tormentas donde apetecía correr en manga corta, pero donde no podías descuidarte parado, a los 25º y un Sol de justicia.
Ganó el ambiente por que mucha gente con semejante tiempo se lanzó a la calle a vitorear a los valientes.
Ya sabía yo que con caló los tiempos previstos no sirven y que hay que sumar minutos a lo planeado. Era previsible y estaba mentalizado. Pero es dificil encajar el sabor de la decepción cuando las cosas no salen como te gustaría.
Lo primero que me llevo de ayer es la revalorización de mis mejores momentos, de mis mejores años, de mis mejores carreras. Días como el de ayer le otorgan con la perspectiva un mayor mérito.
Cuando en mi último Mapoma vencí la barrera de las 3 horas por fin triunfal después de 12,13 o 14 intentos anteriores escogí aquel momento como el de la retirada mapomera. Salir por la puerta grande.
Este regreso era como un nuevo comienzo, por eso lo asocié desde un principio a mi primera experiencia, incluso a mi primera marca de 3h19' en aquella XIII edición del Mapoma.
Existía pues ese riesgo de fracaso, de regresar por la puerta de atrás. Hoy no lo contemplo como tal. Son como capítulos separados de una misma novela, con un nexo que los enlaza (yo mismo) pero con su nudo y desenlace propio.
Claro que me hubiera encantado llegar en el tiempo previsto y haber sufrido simplemente la ralentización lógica del ritmo en los últimos km, pero maratón y calor son el doble de enemigos a quien hacer frente para un solo corazón. Que hay que cuidar y quiero que me lleve muy lejos, aunque sea más despacio, aunque sea andando....
Hubo un momento tal que dejé de ser corredor y simplemente fui SUPERVIVIENTE, como en mi querido MAM, se trataba de llegar y en las condiciones mínimas saludables.
Recordé también durante la última hora de la carrera aquel Maraton del Millenium en el que tan mal lo pasamos tantos por el maldito calor también. La única ocasión en que tuve que pedir a las asistencias en meta que me atendieran durante algunos minutos y no quería repetir exp
eriencia.
Si hablamos de dureza, la fuerza que me faltó para vencer al calor me sobró para no doblegarme al dolor de las ampollas. Por que desde el km 8 ya las noté en los dedos meñiques de cada pie. Como principiante, erré en la elección de calcetines y zapatillas, el calor no ayudó. Una vez más el maratón demuestra que su preparación es un hábito y la continuidad en los años y experiencia ayuda.
El único momento ayer en el que pensé que no terminaría la carrera fue precisamente nada más pasar la puerta del Sol cuando la ampolla del pie derecho debió estallar. Durante 200 mts el dolor en cada zancada, dificil de aguantar, me hizo temer lo peor. De aquella guisa no podía hacer los km que me quedaban. Y así aguantando 100 metros y otros 500, y después un km más fue mi mente distrayendose con otras cosas y preocupaciones y dándome un respiro. Sobreviví.
Para finalizar una curiosidad que nunca había llevado a cabo.
Me pesé al levantarme (62 kg) y antes de ducharme de regreso de la carrera (59,4 kg). Entre líquido y reservas 2.6 kg quedaron por el asfalto de las calles de Madrid.
Por que, de un día para otro pasamos de la primavera al verano.
De los apacibles días pasados con tormentas donde apetecía correr en manga corta, pero donde no podías descuidarte parado, a los 25º y un Sol de justicia.
Ganó el ambiente por que mucha gente con semejante tiempo se lanzó a la calle a vitorear a los valientes.
Ya sabía yo que con caló los tiempos previstos no sirven y que hay que sumar minutos a lo planeado. Era previsible y estaba mentalizado. Pero es dificil encajar el sabor de la decepción cuando las cosas no salen como te gustaría.
Lo primero que me llevo de ayer es la revalorización de mis mejores momentos, de mis mejores años, de mis mejores carreras. Días como el de ayer le otorgan con la perspectiva un mayor mérito.
Cuando en mi último Mapoma vencí la barrera de las 3 horas por fin triunfal después de 12,13 o 14 intentos anteriores escogí aquel momento como el de la retirada mapomera. Salir por la puerta grande.
Este regreso era como un nuevo comienzo, por eso lo asocié desde un principio a mi primera experiencia, incluso a mi primera marca de 3h19' en aquella XIII edición del Mapoma.
Existía pues ese riesgo de fracaso, de regresar por la puerta de atrás. Hoy no lo contemplo como tal. Son como capítulos separados de una misma novela, con un nexo que los enlaza (yo mismo) pero con su nudo y desenlace propio.
Claro que me hubiera encantado llegar en el tiempo previsto y haber sufrido simplemente la ralentización lógica del ritmo en los últimos km, pero maratón y calor son el doble de enemigos a quien hacer frente para un solo corazón. Que hay que cuidar y quiero que me lleve muy lejos, aunque sea más despacio, aunque sea andando....
Hubo un momento tal que dejé de ser corredor y simplemente fui SUPERVIVIENTE, como en mi querido MAM, se trataba de llegar y en las condiciones mínimas saludables.
Recordé también durante la última hora de la carrera aquel Maraton del Millenium en el que tan mal lo pasamos tantos por el maldito calor también. La única ocasión en que tuve que pedir a las asistencias en meta que me atendieran durante algunos minutos y no quería repetir exp

Si hablamos de dureza, la fuerza que me faltó para vencer al calor me sobró para no doblegarme al dolor de las ampollas. Por que desde el km 8 ya las noté en los dedos meñiques de cada pie. Como principiante, erré en la elección de calcetines y zapatillas, el calor no ayudó. Una vez más el maratón demuestra que su preparación es un hábito y la continuidad en los años y experiencia ayuda.
El único momento ayer en el que pensé que no terminaría la carrera fue precisamente nada más pasar la puerta del Sol cuando la ampolla del pie derecho debió estallar. Durante 200 mts el dolor en cada zancada, dificil de aguantar, me hizo temer lo peor. De aquella guisa no podía hacer los km que me quedaban. Y así aguantando 100 metros y otros 500, y después un km más fue mi mente distrayendose con otras cosas y preocupaciones y dándome un respiro. Sobreviví.
Para finalizar una curiosidad que nunca había llevado a cabo.
Me pesé al levantarme (62 kg) y antes de ducharme de regreso de la carrera (59,4 kg). Entre líquido y reservas 2.6 kg quedaron por el asfalto de las calles de Madrid.