lunes, 19 de enero de 2009

Pequeño Tirillas

Ya, ya sé de lo mordaces de algunos.
Pero, si hubiera titulado esta entrada "pequeño y tirillas" hubiese resultado lo suficientemente lapidaria como para sobrar comentario alguno.
¿Como se mide la grandeza de un ser humano? ¿existe acaso un único baremo para hacerlo?. Yo creo que cualquiera de nosotros manejaría varios. Algunos decenas.
Somos únicos e irrepetibles nos han dicho hasta la saciedad, en ello radica nuestra propia grandeza y la del género al que pertenecemos.
Ser pequeño y tirillas no tiene necesariamente que impedir tus sueños. Cualquiera, si es capaz de poner el empuje necesario y sobreponerse a los obstáculos de la vida llega. Esos son iguales para todos, la magnitud puede ser proporcional al ego, a la vanidad, a la envidia, a la suficiencia... y todos tenemos nuestro pequeño momento de gloria.
El deporte es un camino, no el único, pero nos otorga la capacidad de poner alguno de nuestros sueños en nuestras manos, desde cubrir el largo de una piscina para alguien que aprende a nadar a finalizar un Ironman al deportista más completo. El mismo miedo, sacrificio, capacidad de superación. Un sueño cumplido.
Por eso hija te digo, que no pasa nada por ser pequeño y tirillas.
Tu camino te llevará hasta donde tús pasos deseen.

2 comentarios:

Mildolores dijo...

Y se sorprenderá de comprobar hasta donde es capaz de llegar.

A veces creo que si hubiese sido grande y fuerte lo que ahora hago no sería más que aquello que los demás esperaban de mi que hiciese. Pero nací, flacucho, endeble y flojillo y animado por ese envoltorio con los años me metí en unos "fregaos" que ni yo mismo me explico como he podido soportar.
No hay que dejarse engañar por la apariencia, la verdadera fortaleza está en la mente.

fernan130 dijo...

Recuerdo que a los 14 años en un campamento la marcha estrella era ir desde Navarredonda de Gredos hasta la Laguna en el Circo y vuelta. Sólo iban los elegidos y muy pocos subían además al Almanzor. A mí un mando me prohibió ir porque decía que era un flacucho y que no aguantaría. Tuve que estar llorando más de una hora para convencerlo. No sólo hice la marcha ida y vuelta sino que además fui de los pocos que subió al Almanzor y todavía tuve tiempo de ofrecerle ayuda al mando cuando a la vuelta le daban calambres por los kilómetros… y es que en las largas distancias y en las grandes pruebas hay que tener una mente fuerte para saber sufrir; aunque el cuerpo sea endeble si lo acostumbras al esfuerzo y a la disciplina, siempre responde.