viernes, 28 de octubre de 2011

Disfrutar aquello que hacemos.

Hoy ESTE  video que enlazo de Kilian Jornet será de lo más visto y comentado en todas las webs y blogs de este mundo del Trail, de corredores, de la montaña.
Y lo quiero llevar a este "mi" espacio por qué me parece un Gran video.
No es el de más bellas imágenes, ni el más espectacular, ni siquiera quizá el más emotivo a nivel deportivo de los que Kilian ha hecho. Pero es enormemente humano, sencillo y esclarecedor. Creo que a todos quienes nos gusta correr por el monte nos hará reflexionar.
Las carreras, los objetivos, las marcas, vienen y van. La pasión, los sentimientos, todo aquello que sentimos es lo que realmente permanece. Lo que nos hace continuar si lo conservamos y abandonar si lo perdemos.
Personalmente, siempre he disfrutado de esto del correr. ¡Como no! admitir que ha habido momentos en que como a todos, alguna meta conseguida o no, ha supuesto un peaje en ocasiones demasiado severo en modo de lesión, estres o decepción.
Hoy he vuelto a correr después de una pequeña lesión que me ha tenido parado un puñado de semanas. Y, aparte del ahogo, de las agujetas que vendrán mañana, del ritmo que haya podido llevar.... he disfrutado de nuevo mágicos momentos. Sentir la tierra humeda bajo mis pies después de tantos meses de secano, adentrarme en la oscuridad de un parque ahora que los días menguan o, contemplar el vao de mi respiración en la oscuridad de un camino sobre un horizonte de luces urbanas. Pequeñas cosas que me emocionan, que me hacen sentir vivo, que me hacen disfrutar de lo que hago.
Como Kilian, todos tenemos nuestra "montaña". La que nos regresa a nuestras raices. La que nos reencuentra con nosotros mismos. La que nos conforta y, sólo si somos capaces de disfrutar, mantiene nuestra ilusión.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Quiero seguir soñando.

Entre las sábanas de mi cama estoy fenomenal. Después de una buena comida y aprovechando el día festivo es buena ocasión de dormir una siesta.
Así voy cogiendo postura. De lado, con la pierna izquierda estirada y ligeramente hacia atrás, la derecha flexionada un poco por debajo de la cadera... no me duele nada. Ójala fuera cierto y pie en tierra tuviera esas mismas sensaciones.
Cerrando los ojos me encuentro en el mirador de Cabeza Lijar, donde he estado con Sol, con niebla, con lluvia o con nieve. Después de unos segundos de contemplación comienzo a descender los derruidos escalones que conducen al Collado. Descenso técnico que en un momento cambia, me sorprende y reconozco. Ahora rodeado de pinos con el curso del arroyo Navalmedio abajo, a mi derecha voy esquivando piedras, raices y evitando las tapas de hormigón de la conducción de agua. Alcanzo un viejo arbol encadenado escucho las voces de grandes amigos y reemprendo la marcha. 
Y me encuentro en un hayedo donde las viejas ramas caidas se encuentran cubiertas de musgo, lo conozco de nuevo, estoy camino de la cima del Aratz. Existe un momento mágico en esta subida, cuando se vadea un enorme peñasco a nuestra izquierda y uno siente bajo sus pies millones de viejas hojas caidas que componen un blando colchon de naturaleza, aspiro la esencia de aquel lugar y prosigo. Comienzo a estar cansado pero tengo el ánimo intacto. Falta me hace cuando después de saltar un par de regatos de agua levanto la vista y se muestran ante mi los imponentes tubos de Cabezas de Hierro. Voy bordeando el reguero de agua transparente y ascendiendo en zigzag ese penoso tramo donde cuesta no retroceder patinando. Queda poco y afronto el tramo final, el camino se estrecha y comienza a estar repleto de gentío, muchas personas animando, lo reconozco, estoy alcanzando la cima del Andraitz con sus últimos metros a modo de estrecha chimenea. Ahora ya sólo toca bajar por esas viejas piedras desgastadas por tantas y tantas pisadas y volver al bosque.
Los helechos me abrazan, son helechos de los bosques de Zegama, de la Fuenfría, de las inmediaciones de la Granja.... El bosque juega conmigo, ahora poniendo una rama que saltar, una piedras que esquivar, un arroyo que atravesar. Calentandome cuando la temperatura es baja, refrescándome con su humeda hojarasca cuando el Sol se impone en lo alto del cielo. Como tantas y tantas mañanas, como en tantos y tantos días, siempre mostrándome algo nuevo. Siempre haciéndome sentir pequeño y vivo.
El bosque, las rocas, el agua, todo ello soy yo y yo todo ello al mismo tiempo.
Y así alcanzo el final. Un gastado vértice geodesico desde el que alcanzo a ver el embalse de Valmayor, Abantos, Maliciosa o la Pedriza. Un viejo y  achatado monte, un gastado cerro que me aguarda y que me acoge siempre. 
Quiero seguir soñando,  necesito seguir viviendo mis sueños. Sin ellos, es más dificil levantarse y caminar cada mañana.